Hace unas décadas Chinchón no era ni de lejos lo que es hoy. El referente turístico y gastronómico que se conoce actualmente tuvo unos comienzos algo complicados. No fue hasta los años 70, cuando un soñador, o más bien, un visionario, ideó una frase que con el paso de los años caló hondo tanto en chinchonetes como en los miles y miles de visitantes que acudían a la localidad cada año. Esta frase se popularizó enseguida, hasta el punto de crear unos adhesivos con letras negras y fondo amarillo, que miles de coches llevaban pegados. ¿El autor? Don Narciso García Ortego, creador del Restaurante – Museo Mesón Cuevas del Vino…
Antes de que Chinchón se convirtiera en el referente absoluto en turismo y gastronomía que es hoy en día, costaba un poco situarlo en el mapa. Había argumentos de peso para descubrir uno de los pueblos más bonitos de España, como así se refleja en el cariñoso eslogan que Narciso García Ortego, un adelantado a su época, ideó con la mejor de las intenciones.
El anís de Chinchón es toda una institución. Tal es el caso que cuando se pide en un bar, la gente no dice “ponme una copa de anís”; sino que dice “ponme un Chinchón”. Esta bebida, con Indicación Geográfica Protegida, tiene su origen en el siglo XI, cuando comenzó a cosecharse el grano ‘matalauva’. Actualmente, el ‘Chinchón’ se comercializa en el mercado nacional e internacional, en cualquiera de sus tres versiones: dulce, seco y seco especial. Este último con ¡74 grados!
La Plaza Mayor de Chinchón es la postal más repetida de la localidad. Considerada una de las más bonitas de Europa, es el epicentro de la vida del pueblo. Todo un lienzo medieval, donde casitas de hasta tres alturas se visten de un blanco impoluto, salpicadas por más de 230 balcones verdes que invitan a asomarse y contemplar la vida pasar. Sus encantadores tejados a dos aguas completan una estampa que se graba en la memoria, una auténtica delicia visual.
Esta plaza es un claro ejemplo de la arquitectura popular castellana en su máxima expresión. A lo largo de la historia, ha sido testigo y protagonista de un sinfín de eventos que han marcado épocas. Hoy, la Plaza Mayor de Chinchón sigue siendo el vibrante corazón de la villa, y es habitual encontrarla animada por alguna actividad. Un lugar donde cada rincón cuenta una historia y cada balcón parece susurrar leyendas pasadas.
Y, por último, El Mesón. Cuando Narciso García Ortego decidió embarcarse en la aventura de abrir un restaurante, Chinchón estaba aún lejos de ser un referente gastronómico. De hecho, fue un pionero. Creyó como nadie en la idea de que con esfuerzo, amor por la cocina tradicional bien hecha, y cuidando los pequeños detalles, conseguiría atraer a centenares de comensales cada semana a su casa: un edificio histórico de más de 300 años declarado de Interés Turístico y protegido por el Patrimonio de la Comunidad de Madrid. Fue Narciso el que con su eslogan captó perfectamente la esencia de lo que quería proyectar de su pueblo, y que con el paso de los años demostró que había sentado las bases de lo que hoy se conoce como Chinchón: uno de los pueblos más bellos de nuestro país, con una cultura gastronómica fascinante, y con gran popularidad entre visitantes nacionales e internacionales.
Así, en 1977, Don Narciso fue galardonado con la Medalla de Plata al Mérito Turístico. Un sueño que se hizo realidad.
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