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«ATRINCHÉRATE» CON UN RECORRIDO INMERSIVO POR LA GUERRA CIVIL EN LA BATALLA DE TERUEL

Recorre una ruta de 17 enclaves fundamentales, conociendo búnkeres, líneas de trincheras, nidos de ametralladoras y refugios en la comarca Comunidad de Teruel.

 

 

 

 

En la provincia de Teruel, donde el viento frío corta el aire y el paisaje de montañas y valles parece eterno, se extiende uno de los vestigios más impactantes de la Guerra Civil Española: el Frente de Teruel. Esta región, marcada por una de las batallas más cruentas y decisivas del conflicto, ha conservado sus trincheras, búnkeres y posiciones estratégicas, permitiendo que los visitantes de hoy sigan los pasos de los soldados que lucharon en estas tierras en los inviernos helados de 1937 y 1938. Con el paso de los años, este espacio ha sido recuperado y transformado en un recorrido histórico-cultural, conocido como ‘Atrinchérate’, que combina el turismo con la memoria y la historia.

 

 

La provincia de Teruel jugó un papel destacado en la Guerra Civil Española. Actualmente hay un total de 17 lugares de interés relacionados con la contienda en la comarca Comunidad de Teruel. Se trata de espacios señalizados para acceder a ellos, con zonas de aparcamiento próximas. Se han instalado mesas de interpretación y se han realizado excavaciones arqueológicas, limpieza y adecentamiento de los terrenos, lo que permitirá a los viajeros disfrutar de su visita en un perfecto estado de conservación.

 

 

La localización geográfica de estos vestigios es un importante factor a tener en cuenta, puesto que se encuentran en posiciones desde donde se divisa gran cantidad de territorio, lo que hace que el paisaje que se puede disfrutar desde los mismos sea espectacular, convirtiéndose así en destacados miradores.

 

 

Nidos de ametralladoras, búnkeres, trincheras y refugios. Sin duda, la Guerra Civil en la provincia de Teruel marcó un antes y un después en la orografía y el paisaje de la zona. Destaca ampliamente el Búnker del Alto de la Torana. Este monte formaba parte de una línea republicana, con trincheras a diferentes niveles, una casamata y refugios excavados en la piedra. Uno de ellos, el más profundo, pudo albergar el mando de la unidad republicana. También las Trincheras de Cabigordo, que durante los últimos días de la batalla de Teruel se vivieron los acontecimientos más relevantes de este lugar. Ambos enclaves están en Corbalán, y se unen al Cerro Pino Redondo; las fortificaciones de Castelfrío, la Ladera de la Corraliza y los Refugios de Hoyalta (El Pobo); las trincheras Portachuelo (Escorihuela); las de Serretilla – Mascarón (Argente);  Morrón de la Tejería y el Cerro de la Mina (Camañas); las trincheras de Alfambra; el frente de Santa Bárbara (Celadas); las trincheras del Cerro Montero y el Cerro del Piojo (Villarquemado); los fortines de Torrelacarcel y el Búnker Cabezo Alto (Torrelacarcel); o los Fortines del Plano (Villel). Juntos regalan una ruta ideal para los amantes de la historia y de la Guerra Civil.

 

 

Además, hay disponible una App de realidad aumentada para conocer el Búnker del Alto de la Torana y las Trincheras de Cabigordo, de una forma diferente. A través de la App Atrinchérate, se puede descubrir la auténtica vida de los soldados del frente de Teruel, durante el crudísimo invierno del año 38, relatada por la representación de alguno de los combatientes de la contienda.

 

 

 

 

 

Más información: www.sienteteruel.es

EL CRISMÓN DE BAENA: EL MISTERIO SIN RESOLVER DE UNA JOYA QUE BIEN VALE UNA SERIE DE NETFLIX

La cruz visigoda emblema de Baena desapareció del Museo Arqueológico Nacional en el año 1993. Más de 30 años después, su paradero sigue siendo una incógnita que no ha hecho más que acrecentar la devoción de los baenenses por este símbolo.

 

 

A veces, los objetos más pequeños esconden historias extraordinarias. Tal es el caso del Crismón de Baena, un símbolo que ha trascendido los siglos para convertirse en emblema de una comunidad, con un origen lleno de misterio y un renacimiento ligado a la pasión de sus habitantes. Una reproducción de esta pieza, de gran importancia para los baenenses y para su Semana Santa al ser el símbolo de la Agrupación de Cofradías, se muestra en la sala VII del Museo Histórico. También en la plaza Marinalba, en el barrio de la Almedina, se encuentra otro de gran tamaño realizado por la Escuela Taller de Baena con motivo de las VII Jornadas Nacionales de Exaltación al Tambor y el Bombo llevadas a cabo en la localidad en 1992.

 

 

La historia del Crismón se remonta a 1901, cuando unas labores agrarias cerca del cortijo bajo de Ízcar, a tan solo doce kilómetros de Baena, desenterraron un antiguo sepulcro. En su interior apareció una cruz de metal fundido que pronto captó la atención de los estudiosos. El artefacto, de 34 centímetros de altura y 25 de anchura, llevaba colgando en sus brazos el alfa y el omega, las primeras y últimas letras del alfabeto griego. Este detalle, un anagrama del nombre de Jesucristo, evocaba el principio y fin de todas las cosas, tal como lo describe Valverde y Perales en su obra ’Historia de la Villa de Baena’.

 

 

Este historiador y arqueólogo, consciente de su valor, donó la cruz al Museo Arqueológico Nacional en 1902. Sin embargo, el destino de la pieza tomó un giro inesperado: el 6 julio de 1993, desapareció del museo en circunstancias que siguen siendo un misterio. Baena, al perder este tesoro, vio cómo se desvanecía uno de los símbolos más significativos de su historia.

 

 

A pesar de su pérdida, el Crismón no quedó relegado al olvido. Unos años antes del robo, en 1973, el nieto de Valverde y Perales, Manuel Cassani, impulsó su recuperación de una manera curiosa. Encargó la creación de tres crismones de oro en una joyería local, con la ayuda de Juan Torrico Lomeña, un baenense apasionado por su legado cultural. Este gesto marcó el inicio de un renacimiento. La belleza y el simbolismo de estas réplicas no solo despertaron interés, sino que comenzaron a extenderse entre los habitantes de Baena.

 

 

Fue Torrico quien dio un paso más hacia la consolidación del Crismón como emblema de la localidad. En 1977, propuso que fuera adoptado como símbolo oficial de la Agrupación de Cofradías, vinculándolo profundamente con la tradición y espiritualidad de Baena.

 

 

Hoy, el Crismón no es solo un recuerdo arqueológico. Su diseño adorna collares, medallas y joyas, lucidas con orgullo por los baenenses como un símbolo de identidad y pertenencia. Es un recordatorio tangible de una historia compartida, una conexión entre el pasado y el presente que ha sabido mantenerse viva gracias al esfuerzo colectivo.

 

 

En Baena, el Crismón no solo revive a través de las palabras de Valverde y Perales o de las manos de los joyeros que lo replicaron; también lo hace en el corazón de quienes lo consideran una parte esencial de su cultura. La historia de esta pequeña cruz es un ejemplo de cómo el patrimonio, aunque a veces olvidado o perdido, puede renacer con fuerza, llevando consigo el espíritu de una comunidad que no olvida sus raíces. Si visitas Baena, busca el Crismón. No solo verás una joya: estarás contemplando un símbolo que une a toda una localidad.

 

 

 

 

Más información enhttps://baenaturismo.com/

www.baena.es