MENORCA, TIERRA DE LEGADOS

Siglos de historia concentrados en apenas 700 kilómetros cuadrados datan la importancia que ha tenido esta isla para las sucesivas civilizaciones, convirtiéndola en un verdadero museo al aire libre.

 

Roma, Bizancio, la dominación musulmana, la Francia Napoleónica o el Imperio Británico…, pero antes que todos ellos, la impresionante herencia talayótica. En esta isla hay reunido una cantidad de patrimonio histórico y cultural tan vasto que sólo se explica cuando se la sitúa en el mapa y se comprende su posición estratégica como enclave marítimo, comercial y militar. Todas las civilizaciones han visto en el último paraíso del Mediterráneo, esa joya por la que merece la pena luchar. El resultado, un sinfín de monumentos, bienes, tanto materiales como intangibles, que han conformado la Menorca que conocemos hoy en día.

 

 

Es imposible iniciar un relato sobre la historia y el legado histórico de Menorca sin empezar por su herencia talayótica, flamante Patrimonio de la Humanidad. Una herencia de miles de años que está tan mimetizada con el ecosistema que mover una piedra de sitio desvirtuaría toda la postal con la que se encuentran los visitantes. Las necrópolis, los poblados, las navetas… Un total de más de 1500 yacimientos que dan testimonio de más de 1500 años de cultura talayótica.

Pero este fabuloso mosaico cuenta con más piezas. Los romanos desembarcaron en la isla, a la que rápidamente convirtieron en un punto comercial clave. Se sabe que hubo hasta tres poblaciones, pero la que más se conoce a día de hoy es Sanisera, situada cerca del puerto de Sanitja. Hay también restos de un campamento militar.

El Imperio Bizantino también dejó su huella en la isla. Las primeras manifestaciones cristianas cristalizan en las cuatro basílicas que aún se conservan, todas ellas cerca de la costa. Entre los siglos V y VI, el cristianismo desembarcó en Menorca, dejando muestras como Son Bou, la basílica mejor conservada; o el impresionante mosaico de Es Fornàs de Torelló, cerca de Sant Climent.

Como en el resto de la península, los musulmanes dejaron su impronta en Menorca. Más allá del patrimonio material, que prácticamente quedó sepultado por la reconquista cristiana, quedan latentes algunos detalles, como el uso del lenguaje, por ejemplo en la toponimia que empieza por ‘Bini’. Y si hablamos de legado musulmán, no debemos pasar por alto el Castillo de Santa Águeda, uno de los mejores miradores de toda la isla.

No se puede hablar de la historia de Menorca sin hacer mención a la importancia que tuvo la Corona de Aragón en su crecimiento y florecimiento cultural y comercial. La Catedral de Menorca, en Ciutadella; la Parroquia de Santa María, en Maó; así como la herencia más importante de todas: su lengua, el menorquín.

Si hay un periodo fascinante y vertiginoso en la historia de Menorca, ese es sin duda el que comprende los siglos XVIII y XIX. Los imperios francés y británico se disputaban el mundo. Cada palmo de tierra, enclave o baluarte era susceptible de llegar a las manos de dos de las potencias coloniales más impresionantes de nuestra historia. Y ambas, conocedoras de la importancia de Menorca, se pelearon por ella. Tanto es así que durante el siglo XVIII, Menorca fue tres veces británica, una francesa y dos española. Pero, en honor a la verdad, fue bajo dominio inglés cuando la isla experimentó su mayor auge, principalmente urbanístico, cultural y económico. Directamente, Es Castell (antiguo Georgetown) es una herencia directa. Las fortificaciones que permanecen en pie, como el fuerte de Malborough o la Torre de Fornells; el Hospital Militar de la Isla del Rey; el Camí d’en Kane o el aljibe de Es Mercadal, son algunas de las edificaciones que permanecen vigentes. Aunque lo que más destaca de todo el legado británico son esos intragables, como el Día d’Enganar, el 1 de abril, lo que para los peninsulares es el Día de los Santos Inocentes del 28 de diciembre. También se aprecia la cultura inglesa en el uso de palabras como xoc (tiza) o boínder (balcón cerrado). Y qué decir de la gastronomía, con los puddings, el caldo de xenc (osobuco), o la cada vez más reconocida ginebra local.

La Menorca que hoy se puede disfrutar se ha construido y dado forma gracias al legado de todas y cada una de estas civilizaciones. La isla es un compendio de lo mejor de todas ellas. Menorca es tierra de legados.

 

 

 

Más información: Menorca.es

 

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