Formentera, ese luminoso refugio mediterráneo donde el azul del mar se funde con el cielo, es mucho más que playas de arena blanca y aguas transparentes. Bajo su apacible superficie contemporánea late un pasado milenario, un legado arqueológico que invita al viajero a emprender un fascinante recorrido por la Prehistoria y la Antigüedad. Tres enclaves —Ca na Costa, Cap de Barbaria y Can Blai— conforman un triángulo patrimonial único, testimonio de las civilizaciones que habitaron esta isla mucho antes de que se convirtiera en un paraíso turístico.
Ca na Costa: el enigma megalítico
A escasos pasos de la vibrante Es Pujols, junto a la tranquilidad de la laguna de Estany Pudent, emerge uno de los monumentos funerarios más intrigantes del Mediterráneo occidental: el sepulcro megalítico de Ca na Costa. Descubierto en 1974, este yacimiento data de los albores de la Edad del Bronce (2040-1600 a.C.) y destaca por su singular estructura. Una cámara central, delimitada por imponentes losas verticales, se rodea de tres anillos concéntricos de empedrado y 22 radios de piedra, mientras un corredor conduce al corazón del recinto. Su diseño, de claro carácter ritual, evoca ceremonias ancestrales bajo las estrellas pitiusas.
Cap de Barbaria: vestigios de una sociedad olvidada
En el extremo sur de la isla, donde la tierra se desgarra en acantilados batidos por el viento, los yacimientos de Cap de Barbaria I, II y III revelan la huella de una próspera comunidad de la Edad del Bronce (1600-1000 a.C.). De los más de veinte asentamientos documentados en esta árida zona —hoy deshabitada—, Cap de Barbaria II destaca por su complejidad: un laberinto de muros curvos que dibujan habitaciones, talleres y corrales, adosados en formas elípticas y semicirculares. Cada piedra habla de una vida cotidiana ligada al mar, la agricultura y el pastoreo, en un paisaje que el tiempo ha petrificado.
Can Blai: la sombra de Roma
En el camino hacia Es Caló, los restos del castellum romano de Can Blai (siglos III-IV d.C.) recuerdan que Formentera también fue un enclave estratégico para el Imperio. Esta fortificación de planta cuadrada, con torres en sus esquinas, pudo servir como refugio para la población local en una época de inestabilidad. Aunque su estado es fragmentario, su mera presencia desafía la imagen de una isla ajena a los vaivenes de la historia.
Un patrimonio para descubrir sin prisa
Estos tres hitos arqueológicos —separados por siglos, pero unidos por el mismo territorio— pueden visitarse entre baño y baño, integrando cultura y naturaleza. Ya sea en bicicleta, recorriendo las Rutas Verdes, o a pie bajo la luz dorada del atardecer, Formentera ofrece la rara oportunidad de viajar en el tiempo sin renunciar a los placeres del presente. Porque aquí, la historia no está encerrada en vitrinas: se alza entre salinas, pinos y el rumor del mar, invitando a quien quiera escucharla.
Más información: www.formentera.es