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LAGUNAS DE RUIDERA, EL OASIS ESMERALDA DE CASTILLA- LA MANCHA

 

 

En el corazón de la siempre sorprendente y variopinta Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, donde el sol dora los campos de cereal y el viento susurra entre las encinas, surge un milagro de la geología: el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Un espectáculo acuático de tonos turquesa y esmeralda, donde el agua, caprichosa y generosa, se derrama en cascadas entre lagunas, tallando un paisaje de ensueño que rivaliza en singularidad con los míticos lagos de Plitvice, en Croacia.

 

Un Capricho Geológico: Las Barreras de Toba

Este prodigio natural es fruto de la paciente labor del tiempo. Las aguas subterráneas del acuífero 24, cargadas de carbonatos, emergen aquí para dar vida al Guadiana Alto, un río joven que se desliza entre presas naturales formadas por la precipitación milenaria de toba calcárea. Estas barreras, únicas en la Península, crean saltos de agua cristalina que conectan las quince lagunas del parque, cada una con su propia personalidad: desde la íntima Laguna Blanca hasta la majestuosa Laguna Colgada, cuyas aguas parecen suspendidas en el aire.

 

Un Edén para los Sentidos

Pasear por Ruidera es sumergirse en un cuadro impresionista donde la paleta de verdes y azules se mezcla con el dorado de los carrizos y el plateado de los álamos. La vegetación palustre —eneas, masiegas, juncos— enmarca las lagunas, mientras que en las laderas, encinas y sabinas resisten el embate del sol castellanomanchego. Pero es en el agua donde la vida bulle con mayor esplendor: el aguilucho lagunero sobrevuela los humedales, el porrón moñudo se desliza entre los juncos, y al atardecer, el canto del carricero tordal se funde con el murmullo de las cascadas.

 

Tras las Huellas de Cervantes

Ruidera no es solo naturaleza; es también historia y literatura. Muy cerca, la Cueva de Montesinos —escenario de uno de los episodios más oníricos del Quijote— invita a adentrarse en sus profundidades, donde la leyenda dice que el caballero de la Triste Figura vivió sus fantasías encantadas. Los castillos de Peñarroya y Rochafrida, vigilantes de piedra sobre el paisaje, añaden un halo de romanticismo medieval a este rincón de Castilla-La Mancha.

 

La Artesanía del Agua: Deporte y Serenidad

El Parque ofrece infinitas posibilidades para el viajero activo: navegar en kayak entre las lagunas, bucear en sus aguas transparentes o recorrer sus senderos para descubrir rincones como la Cascada del Hundimiento. Pero también es un lugar para la contemplación durante todo el año. Por ejemplo, en otoño, cuando los chopos se visten de oro, o en invierno, cuando la niebla dibuja un paisaje casi místico, Ruidera se convierte en un refugio de paz.

 

El Legado de un Paraíso Consciente

Declarado Parque Natural en 1979, Ruidera es un ejemplo de cómo la mano del hombre puede —y debe— convivir con la naturaleza. Su conservación no solo protege especies emblemáticas como el barbo cabecicorto o la garza imperial, sino que garantiza que futuras generaciones puedan seguir maravillándose ante este oasis, donde el agua esculpe belleza y la tierra escribe poesía.

 

Ruidera no es un destino; es una experiencia sensorial, un recordatorio de que, lejos de la imagen de tierra árida que se ha tenido de la región, la naturaleza se abre paso en todo su esplendor regalando uno de los humedales más bonitos de España.

 

 

Más información: https://www.turismocastillalamancha.es/

UNA PROVINCIA QUE LATE A RITMO DE CULTURA. FESTIVALES QUE CONQUISTAN TERUEL ESTE VERANO

 

 

En la vasta y serena geografía de Teruel, donde el silencio de sus paisajes parece invitar a la contemplación, surge cada verano un estallido de vida cultural que transforma sus pueblos en epicentros de arte, música y tradición. Lejos de los circuitos masificados, la provincia turolense alberga algunos de los festivales más auténticos y vibrantes del país, eventos que han sabido tejer comunidad, reinventar espacios y celebrar la creación con una mezcla única de raíces y vanguardia. Este 2025, cuatro citas imprescindibles —El Tamborile, Poborina Folk, Matarraña Íntim y Aragón Sonoro—, junto a la decimoséptima edición del Festival Gaire en otoño, demuestran que la cultura no es aquí un adorno, sino el pulso mismo de su identidad.

 

El Tamborile: la calle como sinfonía Mezquita de Jarque, 13 y 14 de junio.

 

Nacido en 2009 del entusiasmo de los jóvenes de Mezquita de Jarque, El Tamborile se ha consolidado como uno de los tres festivales de referencia de música de calle en España, junto al vizcaíno Haizetara y el segoviano FEMUKA. Pero su esencia va más allá de lo musical: es un homenaje al tamboril, instrumento que, según sus organizadores, «ha acompañado la vida del pueblo desde tiempos inmemoriales». Durante dos días, las calles de esta localidad se convierten en escenarios efímeros donde artistas itinerantes despliegan performances que borran las fronteras entre espectadores y creadores. «Es la magia de lo cotidiano elevada a arte», apuntan. Un festival que celebra la simplicidad y la comunión, recordando que la cultura no necesita palcos para ser grande.

 

Poborina Folk: raíces y altura El Pobo, 20-22 de junio.

 

A 1.400 metros de altitud, en las faldas de la sierra que da nombre al pueblo, El Pobo celebra su vigesimoquinta edición del Poborina Folk, un festival dedicado a las músicas de raíz que coincide con el solsticio de verano. Este enclave —donde el aire fresco y el paisaje agreste son ya parte del espectáculo— acoge conciertos, talleres y actividades que fusionan tradición y contemporaneidad. «Es un encuentro para todas las generaciones», destacan sus organizadores, quienes han diseñado una programación que va del folk más clásico a propuestas innovadoras. Un evento que, como el propio pueblo, demuestra que la grandeza cultural no depende del tamaño.

 

Matarraña Íntim: el arte de habitar Torre de Arcas, 11-13 de julio.

 

Itinerante por vocación, el Matarraña Íntim llega en 2025 a Torre de Arcas tras pasar por diez localidades distintas en sus doce años de historia. Este festival de artes escénicas —teatro, danza, circo— ha logrado consolidarse como un referente autonómico gracias a una fórmula audaz: adaptar cada edición a los espacios del pueblo anfitrión, creando espectáculos «a medida» que dialogan con el patrimonio arquitectónico y natural. Este año, bajo el lema «Hábitat», explorará las relaciones entre el ser humano y su entorno. Con un público fiel que ronda las 2.000 butacas por edición, el festival es un ejemplo de cómo la cultura puede revitalizar el territorio sin perder su esencia íntima y experimental.

 

Aragón Sonoro: la cantera y los consagrados Alcañiz, 24-26 de julio.

La sexta edición de Aragón Sonoro refrenda la buena salud de la escena musical aragonesa con un cartel que equilibra talento emergente —como los DJ locales— y nombres nacionales de peso (Sidonie, Veintiuno, Marlena). El anfiteatro Pui-Pinos acogerá las actuaciones vespertinas del jueves (únicas con entrada de pago), mientras el resto de programación será gratuita, reafirmando el compromiso del festival con la accesibilidad. Un evento que, desde Alcañiz, proyecta la voz de Teruel en el mapa indie español.

 

Gaire: el otoño artístico. Pancrudo, 19-21 de septiembre.

Para quienes piensen que el verano agota el calendario cultural turolense, el Festival Gaire en Pancrudo —ya en su decimoséptima edición— ofrece una despedida estival llena de teatro, música y arte callejero. Con actividades para todas las edades y una filosofía que prioriza la cercanía, este encuentro otoñal prueba que la cultura en Teruel es un ciclo que no se detiene.

 

Conclusión: cultura como resistencia

En una provincia marcada por la despoblación, estos festivales son actos de resistencia: demuestran que el arte no solo sobrevive, sino que florece con singular fuerza en los territorios rurales. Lejos de ser eventos aislados, construyen redes, atraen miradas externas y, sobre todo, devuelven a los turolenses el orgullo de habitar un lugar donde la cultura —lejos de los focos metropolitanos— late con autenticidad. Como escribió Delibes, «el progreso no está reñido con la vida rural». Teruel lo confirma cada verano.

 

 

Más información: www.si

enteteruel.es

CAMALEÑO, UN MUNICIPIO AL PIE DE LOS GIGANTES

Déjate atrapar por un rincón que aúna historia, naturaleza y tradiciones en un paisaje de ensueño entre cumbres y monasterios milenarios.

 

 

Camaleño, en pleno Parque Nacional de los Picos de Europa, es un tesoro del norte de España que combina patrimonio histórico, belleza natural y cultura popular. Desde el Monasterio de Santo Toribio de Liébana hasta sus pintorescas aldeas, el municipio ofrece una experiencia auténtica al visitante. Sus rutas de senderismo, su cocina de montaña y sus leyendas centenarias convierten a este destino en un imprescindible para los viajeros.

 

La Comarca de Liébana es un territorio lleno de enclaves que sorprenden al visitante por su autenticidad, y entre ellos se encuentra Camaleño. Situado en el valle del Deva, al pie del macizo oriental de Los Picos de Europa, se encuentra rodeado de montañas con altitudes superiores a los 2.000 metros.

 

La belleza de este impresionante lugar nace en su localización llena de encanto y personalidad. Además, cuenta con un enorme valor ecológico, ya que forma parte del Parque Nacional de Picos de Europa.

 

Está situado en el extremo más occidental, limitado al sur con Vega de Liébana, al este con Potes, al norte y al este con Cillórigo de Liébana. Camaleño destaca por su actividad ganadera de la que se obtiene los quesucos de Liébana con D.O.P, como el queso ahumado de Aliva y Pido, el té de los puertos de Aliva y su exquisito orujo.

 

El patrimonio natural que rodea a este lugar tiene un impresionante valor, siendo uno de sus mayores atractivos, ya que los visitantes podrán conocer el recorrido del río Deva que nace en dicho macizo montañoso y recolecta las aguas de varios afluentes a su paso por la localidad.

 

La Comarca de Liébana es un destino que cuenta con numerosas actividades. En el caso de Camaleño, es ineludible una subida en el teleférico de Fuente Dé al mirador del Cable, con un desnivel de 800 metros, para contemplar una sobrecogedora panorámica de los Picos de Europa. Para los más aventureros y amantes del senderismo existen múltiples rutas para conocer las diferentes cimas siendo la más alta Peña Vieja, con 2.613 metros.

 

Más allá de sus paisajes y su historia, Camaleño cautiva por su autenticidad. Es un refugio para quienes buscan desconectar, y para quienes valoran lo esencial. Un municipio donde el silencio de la montaña atrapa al viajero.

 

 

 

Más información:https://www.comarcadeliebana.com/

MENORCA: EL ARTE DEL VERANEO CON ALMA

Sentirás emociones insospechadas recorriendo algunas de las playas más bellas del litoral mediterráneo…

 

 

Hay islas que se visitan, e islas que se viven. Menorca pertenece a este segundo linaje: un lugar donde el tiempo se mide por el vaivén de las olas en las calas, por la luz dorada sobre los talayots milenarios, por los pasos lentos sobre el Camí de Cavalls. Aquí, el veraneo trasciende lo mundano para convertirse en una ceremonia de descubrimientos: de playas que parecen acuarelas, de bosques que huelen a pino y salitre, de atardeceres que funden el cielo con el turquesa del Mediterráneo.

 

Dos almas, un paraíso.

Menorca se revela en dos actos, como una obra maestra de la naturaleza:

El norte salvaje, donde la tierra se quiebra en acantilados de arcilla roja y calas como Cavalleria o Pregonda, con sus aguas verde-esmeralda y esas dunas que parecen polvo de oro al sol.

El sur sereno, de arenas blancas como Son Saura o Son Xoriguer, donde el mar es un espejo de azules imposibles, protegido por pinos que se inclinan hacia el agua como en una reverencia.

Entre ambas, el Camí de Cavalls —ese sendero histórico que circunda la isla— teje un hilo de oro para caminantes. Cada trayecto hacia una cala es un ritual: el crujir de las botas sobre la tierra roja, el vuelo de las gaviotas, el primer avistamiento del agua entre los árboles… Y entonces, el premio: sumergirse en calas como Escorxada o Trebalúger, donde solo se escucha el rumor del viento.

 

Playas con historia (y misterio).

En Menorca, incluso el baño es cultura. En Cales Coves, las cuevas talayóticas —antiguas necrópolis— custodian secretos de hace 3.000 años. En Son Bou, los restos de una basílica paleocristiana emergen entre la arena, como un guiño del pasado. Y en Cala Morell, las olas acarician los hipogeos donde los antiguos enterraban a sus muertos.

Para los que prefieren la comodidad sin renunciar a la belleza, las playas urbanas —como Cala Galdana o Punta Prima— ofrecen servicios con elegancia, sin estridencias. Pero si buscas la esencia pura, las diminutas Binidalí o Es Caló Blanc son joyas minimalistas, casi secretas.

 

El parque Natural de S’Albufera: Donde el mar se hace laguna.

Aquí, en el corazón de la Reserva de la Biosfera, la playa de Es Grau —con sus aguas mansas y su bahía en forma de abrazo— es perfecta para familias. Pero los aventureros encontrarán su recompensa en Cala Presili o Cala Tortuga, cerca del faro de Favàritx, un lugar casi lunar donde las rocas negras contrastan con el azul del mar.

 

El verdadero lujo: la intangibilidad.

Menorca no se exhibe: se ofrece. En sus restaurantes de pescado fresco, de producto km.0, donde el sabor y el gusto por las cosas bien hechas se traducen en recetas genuinas y platos que describen la isla a la perfección.

O… ¿qué decir de sus silencios? Esos momentos en los que, tumbado en la arena de Mitjana, solo escuchas tu propia respiración mezclada con el mar.

Menorca no es un destino: es un estado del alma. Un lugar donde el lujo no se mide en estrellas, sino en atardeceres robados al tiempo, en calas descubiertas como tesoros, en la sensación de ser el único habitante de una isla que, en realidad, te pertenece desde siempre.

¿Preparado para escribir tu propia historia en la ‘isla de las mil calas’?

Más información: www.menorca.es

6 PROPUESTAS PARA DESCUBRIR LAGUARDIA EN MAYO

Planes para todos los públicos en una Villa que nunca deja de sorprender…

Mayo, con su luz dorada y sus viñedos en plena efervescencia, es el momento perfecto para sumergirse en el alma de Rioja Alavesa. Y qué mejor destino que Laguardia, la joya medieval que corona esta tierra de vinos y gastronomía. Una villa amurallada, erguida sobre un cerro que domina un mar de viñas, y reconocida como uno de los “Pueblos más bonitos de España”. Más allá de perderte por sus empedradas callejuelas, donde cada rincón susurra historias centenarias, te proponemos 6 experiencias irresistibles para vivir una escapada llena de sabor, cultura y magia.

 

  1. El espectacular pórtico de Santa María de los Reyes

Esta iglesia –una de las dos de Laguardia, con la de San Juan Bautista– atesora una de las joyas patrimoniales de la localidad: su pórtico de piedra policromado (siglo XIV), en piedra tallada, formado por un arco gótico que integra cinco arquivoltas. Lo preside la imagen de la Virgen de los Reyes, con el Niño en su brazo izquierdo, y contiene una variadísima decoración en la que alternan figuras humanas (vírgenes, profetas, mártires, reyes, ángeles o los Doce Apóstoles) con motivos vegetales. La visita guiada, organizada por la Oficina de Turismo de Laguardia, incluye un espectáculo de luces, ‘El Pórtico de la luz’, que se proyecta sobre el propio pórtico. Más información.

  1. La imponente Torre Abacial

Una torre campanario exenta, en forma de torre-castillo, que sirvió para defender las murallas de la zona occidental de Laguardia. De planta cuadrada, en ella se diferencian dos épocas en su construcción y estilo. La primera (finales de s. XII) corresponde a un románico de transición. La segunda (s. XIII al XIV) aparece en las ventanas del primer piso, así como la imagen de San Benito. Se cree que esta torre pudo pertenecer a un monasterio. A sus pies se encuentra un aljibe de aguas pluviales. Más información.

 

  1. El milenario Estanque Celtibérico

Construido hace 2.100 años para embalsar las aguas de un manantial que nace a 800 metros de altura, en la parte alta de la colina donde se gestó Laguardia. Está considerado el mayor depósito de agua de la Edad de Hierro que existe en Europa. Tiene medidas máximas de 18 x 15 metros, con muros perimetrales entre 0,85 y 3,10 metros de altura. Su superficie es de 218 m2 de los que 126 m2 corresponden al vaso inferior y 92 al superior. La capacidad de almacenaje de agua era de unos 300.000 litros. Fue construido por habitantes del cercano poblado de La Hoya, otro gran recinto arqueológico. Junto al estanque hay un Centro de Interpretación para comprender la importancia de esta estructura hidráulica. Más información.

 

  1. La Bodega ‘El Fabulista’, mágica fusión de vinos… ¡y fábulas!

Bajo el Palacio de los Samaniego (s. XVII) –donde nació y vivió el fabulista Félix María Samaniego– guarda cobijo la más especial de las 300 cuevas-bodega horadadas en el subsuelo de Laguardia: El Fabulista. A 7 metros de profundidad, sigue elaborando vinos de forma tradicional… y lo muestra de una manera singular: con una ‘Visita de Fábula’ entre fábulas y cuentos eróticos de dos personajes que recrean al mismísimo Fabulista y a su esposa, Manuela de Salcedo. Esta visita, la más especial de la bodega, se realiza los sábados tarde, a las 17:30 y 19:00 horas. Más información.

 

  1. El Museo del Vino Villa-Lucia y su ‘Experiencia 4D ‘En tierra de sueños’

A las afueras de Laguardia, es el primer Museo del Vino del mundo 100% inclusivo en lengua castellana. Un lugar pensado para todos, donde conocer, sentir, oler, ver y degustar el mundo y la cultura del vino con los 5 sentidos, con un recorrido que mezcla artesanía con las tecnologías y efectos más vanguardistas, de forma accesible e inclusiva. Allí tocaréis cepas y sarmientos, descubriréis la actividad del tonelero y los tipos de madera para fabricar barricas… A lo largo del recorrido, mayores y peques realizarán una cata virtual, jugando a descubrir los aromas, colores y sabores del vino; y hallarán estaciones táctiles etiquetadas en braille. El Museo ofrece, además, la experiencia en 4D ‘En tierra de sueños’, un original cortometraje, inclusivo, con más de 18 premios cinematográficos internacionales, en el que un Vinfo (duende del vino) invita al público a conocer el patrimonio, tradición y cultura de Rioja Alavesa. Realizado con las técnicas de domótica más novedosas y cámaras estereoscópicas de captura de movimiento, así como un montaje que aúna la imagen real con la generada por ordenador (animación) y con efectos sensoriales.

 

  1. La experiencia gastronómica Km.0 de un Asador Vintage

El complemento culinario a la visita a Laguardia tiene como escenario el Asador Villa-Lucía, primer restaurante Km.0 de la D.O. Ca. Rioja, acreditado y homologado por el movimiento internacional Slow Food y que cuenta con un Solete Repsol. El lugar ideal para disfrutar de la mejor enogastronomía tradicional vasco-riojana con ligeros toques más actuales. Un innovador espacio gastronómico inspirado en las raíces de la cocina local y de cercanía, y en las recetas tradicionales de Luchy Santamaría. El comedor principal, de decoración vintage industrial, ofrece platos tan tentadores como: “Patatas o pochas a la riojana”, “Carpaccio de novilla con lascas de Idiazabal y helado de aceite AOVE km 0”, “Yemas de huevo de caserío, aceite de trufa de Montaña Alavesa, jamón, jugo de carne, lámina de queso fundente, parmentier, setas y patatas paja de Álava”, “Lomo de bacalao de Islandia a a la riojana con sus pimientos asados en casa”, “Chuleta de vaca de Montaña Alavesa a la brasa” o “Chuletillas de corderito lechal al sarmiento”, así como una gran variedad de postres caseros. Todo ello maridado con los mejores vinos de la D.O. Ca. Rioja. Diferentes packs combinan actividades enoturísticas con la gastronomía de Villa-Lucía. Así, entre otros, disponen de un pack especial denominado Visitas y gastronomía en Laguardia ‘Menú Asador Vintage’ incluye la comida en el Asador y las visitas a Bodega El Fabulista, Museo del Vino y la Experiencia 4D ‘En tierra de sueños’.

 

Más información

https://www.laguardia-alava.com/es/oficina-de-turismo-de-laguardia

www.villa-lucia.com

MARTE EN LA TIERRA: UN VIAJE A LA CUENCA MINERA DE RIOTINTO

 

 

En el corazón de Huelva, donde la tierra sangra óxido y el agua fluye carmesí, se esconde un paisaje que desafía toda lógica terrenal. La Cuenca Minera de Riotinto, un escenario de contrastes brutales donde la mano del hombre y los caprichos geológicos han esculpido un territorio que evoca más la superficie marciana que la cuenca minera. Aquí, entre cortas abismales, ríos teñidos de sulfuros y ruinas industriales que parecen esculturas posapocalípticas, se despliega una ruta tan fascinante como exigente: un viaje al centro de un planeta minero.

 

Odisea en Tierras Rojas

La aventura comienza en Sotiel Coronada, junto al río Odiel, cuyas aguas amarillentas —una pincelada de Van Gogh en medio de la tierra— anuncian lo que vendrá. Cruzando el puente de La Coronada, el primer acto de este drama geológico se revela: túneles ferroviarios abandonados, como cicatrices de un tiempo en que el hierro era rey, conducen hacia la mina de Almagrera. Sus estructuras oxidadas, devoradas por la vegetación, parecen el decorado perfecto para una película de ciencia ficción decimonónica.

Pero el verdadero espectáculo aguarda en La Zarza. Esta mina abandonada en 1991 es una cápsula del tiempo industrial: malacates que ya no giran, vías que no llevan a ninguna parte, y una corta inundada cuyas aguas rojas —como vino tinto derramado sobre la roca— hipnotizan. Es el lugar perfecto para un selfie que desconcertará a tus seguidores: ¿Marte? No, Huelva.

El puente sobre el río Rivera Escalada pone a prueba los nervios. Estrecho, sin barandillas, con el vacío bajo los pies, exige cruzar a pie —mejor no mirar abajo— mientras el agua ferruginosa serpentea entre cañones. Al fondo, Minas de San Miguel, un pueblo fantoma que susurra historias de picos y dinamita.

 

Geología con Pasaporte Británico

 

Esta tierra no se entiende sin su historia. Los romanos ya extraían plata aquí, pero fueron los ingleses en el siglo XIX quienes industrializaron el sueño minero. Su legado son poblados como Mina Concepción, donde las casas de tejados a dos aguas y jardines de rosas parecen trasplantados de Cornualles, y el ferrocarril que llevaba el mineral a Huelva —hoy convertido en tren turístico—.

 

La Corta Atalaya, con sus 335 metros de profundidad, es el coloso del territorio. Desde su mirador, uno se siente diminuto ante este anfiteatro de estratos rojos, ocres y negros, donde la NASA estudia bacterias extremófilas —clave para entender la vida extraterrestre—. No es casualidad que el río Tinto, con su pH imposible y su paleta de rojos, sea hermano científico del planeta rojo.

 

Sabores de la Tierra que Sangra

 

Tras la ruta, el cuerpo pide resarcirse. En los ventorrillos del Andévalo, el cordero se asa lentamente sobre brasas de encina, acompañado de cachuelas (paté de hígado especiado) y esesitas, un dulce conventual que solo se elabora en primavera. Si es temporada, los gurumelos —setas que brotan entre pizarras— protagonizan tortillas y revueltos de sabor genuino.

 

El Futuro de un Pasado Apasionante

 

Hoy, la minería convive con el turismo de vanguardia. El Museo Minero de Riotinto —con su reproducción de una mina romana— y el barrio victoriano de Bella Vista, de casas pintadas en colores pastel, son testigos de esta reinvención. Pero el alma del lugar sigue en sus paisajes descarnados, en ese brezo endémico (Erica andevalensis) que florece entre metales pesados, y en el silencio de las cortas, donde el viento silba como si aún esperara el retorno de los picos y las palas.

 

Viajar a Riotinto no es solo recorrer un lugar. Es pisar otro planeta, escuchar el eco de una epopeya industrial y, sobre todo, comprender que la belleza a veces nace de lo más áspero.

 

Más información: www.destinohuelva.org