Baena, a través de sus oficios, nos ofrece un espejo donde se refleja la belleza de lo auténtico y la dignidad de lo que se resiste a desaparecer. Una visita que es, sin duda, un diálogo íntimo con la historia y el arte popular.
Para el viajero que busca la esencia profunda de un destino, la verdadera narrativa no se encuentra en las guías, sino en las manos de sus artesanos. Baena, con su rica tradición y acervo cultural, nos invita a un recorrido silencioso por talleres donde el eco de los oficios ancestrales resuena con una elegancia melancólica y una belleza inconfundible. Aquí, la historia se toca, se moldea y se forja.
La Nobleza de la Talla: Del Paso Sacro al Cuadro de Madera
La madera, noble y paciente, ha encontrado en Baena a maestros de excepción. Nombres como Baena brillan con luz propia, pero el legado de tallistas como Antonio Arenas es un testamento a la dedicación. Desde la temprana edad de dieciséis años, Arenas se formó como oficial en el renombrado taller de Antonio Pedraja, asimilando el rigor del oficio. Su destreza no solo ha dado forma a imponentes pasos de Semana Santa –estructuras que son en sí mismas obras de arte itinerantes–, sino que también se manifiesta en la intimidad de los lienzos de madera, donde la veta y el buril componen cuadros de singular relieve y profundidad.
El Legado Silencioso de la Albardonería: La Memoria de la Bestia
En la calle Poeta Vicente Aleixandre, se mantiene viva una tradición que nos habla de siglos de convivencia con la cultura musulmana: la albardonería. Este antiguo oficio no es solo la fabricación de aperos, es la preservación de una estética utilitaria. En este taller se elaboran los «aparejos» que antaño vestían a las bestias para la faena del campo.
Nombres con sabor a tradición –albardones, ropones, jarmas, mandiles, sobrejarmas, cinchas, esterillas– componen un vocabulario que hoy pervive más por su valor cultural que por su función primigenia. La magia reside en la sencillez de los medios: escasos instrumentos y materias primas elementales como lona de algodón, paja de centeno, filos de badana, aguja, hilo de cáñamo y tijeras. Aunque el desarrollo mecánico haya menguado su necesidad, el taller de albardonería se erige como un custodio de la identidad local.
Forja de Hierro: La Elegancia del Detalle Metálico
Si bien los antiguos herreros han tenido que adaptarse a la modernidad, volcando su arte en la carpintería metálica o la maquinaria agrícola, Baena aún conserva reductos donde la forja de hierro en su acepción más pura se sigue practicando. Estos talleres son los creadores silenciosos de la fisonomía de la localidad, embelleciendo estructuras con su pericia. En sus manos el hierro cobra vida en forma de elegantes balaustradas, sólidas escaleras, artísticas rejas y una variedad de adornos que demuestran que la funcionalidad y la belleza nunca están reñidas.
La Melancolía de la Alfarería Ancestral
El barro, elemento primordial, fue el sustento de una de las tradiciones más arraigadas de Baena. La toponimia lo atestigua: la denominada calle «Cantarería» marca el lugar exacto y la importancia vital que este gremio poseyó en el pasado. Hoy, de aquella efervescencia, solo nos queda el alfar ubicado en la calle Coronel Adolfo de los Ríos.
Las piezas confeccionadas son un viaje a la vida rural de antaño: cántaros para el agua, botijas de ganaderos para el campo, cantarillas de pijote y bebederos. Destacan también los cangilones, que, atados a las norias, eran el ingenioso sistema para extraer el agua. No obstante, el imparable desarrollo social e industrial ha condenado a la mayoría de estas piezas a un uso meramente testimonial, llevando consigo la lamentable desaparición de otros alfares.
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