Roses, la puerta de entrada al fascinante Parque Natural del Cabo de Creus

Inmortalizado su entorno en el cine por ‘La luz del fin del mundo’, el faro de Creus es sólo la punta del iceberg de un fascinante Parque Natural que este año cumple dos décadas, al amparo del cabo más oriental de la Península Ibérica y primer lugar por donde sale el sol. Senderos desde donde admirar su rica biodiversidad, abruptas y recortadas calas y un maravilloso monasterio benedictino casi colgado del cielo son atractivos más que suficientes para una escapada a Roses, su puerta de entrada, en la zona norte de la Costa Brava.

 

     Sopla con fuerza la Tramuntana, agitando un mágico paisaje impregnado por la luz y el olor del Mediterráneo cantado por Serrat. Y se alza altivo un faro en cuyos alrededores inmortalizó Hollywood un filme de piratas, ‘La luz del fin del mundo’, inspirado en una novela de Julio Verne, que llevó hasta allí a mitos del star system como Yul Brinner o Kirk Douglas hace medio siglo. Es el cabo de Creus, el finisterre oriental de la Península Ibérica, que da nombre a un fascinante Parque Natural que este año cumple dos décadas.

 

     Su puerta de acceso es Roses, localidad de la Costa Brava (Girona) que gracias a sus atractivos patrimoniales ­–como la Ciudadela o el Castillo de la Trinitat–; arqueológicos –como su conjunto megalítico o el castrum visigótico–; y naturales –como el Parque Natural del Cabo de Creus–, es un destino ideal para una escapada en cualquier época del año, como ahora en otoño. Una villa marinera acurrucada en una de las más majestuosas bahías del mundo y antesala de 13.844 hectáreas para disfrutar de la naturaleza en estado puro.

 

Mar y montaña se fusionan en este Parque Natural tan singular que está constituido por una parte terrestre y otra marítima. La terrestre alberga tres parajes bien definidos. El más cercano a Roses, apenas 6 kilómetros al norte, es el Cabo Norfeu, que penetra en el Mediterráneo como una daga, entre Cala Montjoi –que acogía al mítico El Bulli de Ferran Adrià, el que fuera mejor restaurante del mundo, que pronto reabrirá como Fundación gastronómica– y la bahía de Jóncols. Un entorno rocoso, labrado por la erosión de la Tramuntana, cuya parte más elevada aún conserva los restos de una torre vigía del siglo XVI.

 

Un poco más al norte se halla el paraje del Cabo de Creus, abrupto promontorio situado a 672 metros de altitud, con un faro y una terraza-mirador donde quedarse absorto ante un maravilloso espectáculo natural: recortados acantilados que esculpen recónditas calas donde olvidarse del mundo, como si el tiempo se hubiera detenido. Este paraje incluye también las islas de la Maça Major y S’Encalladora.

Ya en el interior, el tercer paraje terrestre del parque, la Sierra de Rodes, acoge en la ladera de una de sus cimas el monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, del siglo IX al XI. Una auténtica joya del romántico catalán que forma parte de un conjunto monumental que incluye una iglesia, una torre campanario y otra torre de defensa. Desde este monasterio, que hoy día es una de las sedes del Parque, se accede por una ruta a pie a un espectacular mirador panorámico que ofrece las más impresionantes vistas del conjunto del Cabo de Creus, con Roses al fondo. Y muy cerca pueden admirare también las ruinas del Castillo de Sant Salvador de Verdera, del siglo IX.

 

La reserva marítima protegida ocupa un quinto del espacio del Parque Natural y oscila entre 1,3 y 0,2 millas mar adentro, destacando los espacios cercanos a los dos cabos –Creus y Norfeu, los Farallones –rocas altas y escarpadas que sobresalen del mar–, y la zona norte de la isla de S’Encalladora, destacando una riqueza subacuática visible practicando submarinismo. Todo este recortado litoral puede contemplarse también desde el mar con excursiones en catamarán que parten del puerto de Roses, o en una pequeña barca tradicional, desde Port Lligat.

Los amantes del senderismo podrán admirar la biodiversidad del Parque con sendas de gran recorrido, como la GR-11, que desde la sierra de l’Albera llega a la villa marinera de Llançà pasando por el monasterio de Sant Pere de Rodes; o la GR-92, que realiza un recorrido por todos los municipios del Parque –Llançà, Port de la Selva, Cadaqués, Roses, Palau-Savardera y Paz– enlazando con otro Parque Natural, els Aiguamolls de l’Empordà. Otra interesante opción es tomar el Antiguo Camino de Cadaqués al Cabo de Creus de 14,8 kilómetros.

 

Y tras brujulear por todo el entorno natural del Cabo de Creus, nada mejor que regresar a Roses para relajarse degustando su sabrosa oferta gastronómica, en la que reina un antiguo guiso marinero convertido hoy día en excelso manjar: el Suquet de Peix.

 

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