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Un paseo por 5 espacios verdes de Castelló… ¡desde casa!

 

Este interesante recorrido virtual puede realizarse gracias a los códigos QR habilitados en la guía que se encuentra en el apartado de medio Ambiente de la web municipal

 

Pasear por los parques de Ribalta, del Pinar y del Meridiano, o admirar la Marjaleria y el Molí de la Font es posible estos días sin incumplir ninguna normativa. Basta descargar en el smartphone una App lectora de códigos QR para –sentados relajadamente en el salón de casa– ir descubriendo la historia, flora y fauna de este repóker de espacios que aglutinan lo mejor del patrimonio natural castellonense. Una excelente manera de oxigenarnos virtualmente gracias a las nuevas tecnologías… ¡hasta que podamos hacerlo físicamente!

 

Auténtico pulmón verde del corazon castellonense, el parque de Ribalta –declarado conjunto histórico-artístico en 1981– consta de 7,7 hectáreas y medio kilómetro de paseo central. Concebido como espacio botánico, también acoge diferentes esculturas, bellos bancos con cerámicas, zonas infantiles y un templete: la Pérgola. El lugar perfecto para desconectar… sin salir de Castelló. El parque del Meridiano –así llamado por estar ubicado en el cruce del Meridiano de Greenwich y el Paralelo 40– es un exuberante jardín de una hectárea con 46 especies de árboles, mesas para picnic… y una ermita: la de la Mare de Déu de l’Assumpció.

El parque del Pinar es una alargada pradera de casi 2 kms de largo por medio de ancho, casi paralela al mar, en el Grau. Su ubicación fue vital para que las dunas no avanzaran hacia los cultivos de la Marjalería. Un gran espacio natural de ocio, con un lago, dos zonas deportivas, una piscina, áreas de picnic y juegos infantiles, un auditorio… La Marjalería es un valioso ecosistema verde de 1,4 hectáreas, a caballo entre el espacio terrestre y el marino; un curioso entramado de acéquias, caminos y barracas del siglo XVIII. Y el Molí de la Font es un manantial de agua dulce cuyo origen data del siglo XIV y que, históricamente, ha tenido diversos usos: para moler trigo, para la fabricación de tejidos y, en el siglo XX, para el cultivo de arroz. Cinco espacios naturales facilmente accesibles a través de un recorrido virtual.

                                                                                      Más información: https://www.castellonturismo.com y bit.ly/EspaisVerdsCS

Azafrán, el ‘oro rojo’ menorquín

La isla da color y sabor a la gastronomía con un condimento de propiedades medicinales que, al cultivarse de forma ecológica, es de los de mayor calidad del mundo

 

Menorca ‘hila fino’ culinariamente lo que le ha valido ser Región Gastronómica Europea 2022. Y uno de sus productos menos conocidos ­–pero de gran prestigio internacional– es el azafrán, esas hebras que se extraen con paciencia de la flor que las produce. Un tesoro más de la tierra menorquina que requiere mimo y paciencia, que ha cambiado el color del paisaje de la zona central insular donde se cultiva. Un auténtico ‘oro rojo’ –por el elevado coste en proporción a su peso– que no solo mejora el sabor de los platos, sino que contribuye a hacer más saludable nuestra vida, por sus propiedades curativas.

    

     Antioxidante, antidepresivo, anticancerígeno, antienvejecedor, protector cardiovascular, digestivo, tonificante del sistema nervioso… ¡e incluso afrodisíaco! Aunque parezca mentira, son múltiples las propiedades de esta diminuta y delicada especia que popularmente asociamos a la gastronomía, pero cuyo valor –más allá del económico– va muy vinculado a la salud y el bienestar. Así lo han sabido ver y apreciar en Menorca, donde desde hace siete años se dedican a su cultivo en la finca Santa Margalida (Es Mercadal).

La flor del azafrán crece en tierras descubiertas, soleadas y sin árboles. Y, curiosamente, en Menorca hay testimonios del siglo XIII que hablan de los orígenes de este cultivo en la isla. La floración se produce en noviembre y se mantiene en óptimas condiciones durante unos 25 días, cuando se practica su recolección. En ISafrà tienen sembrados unos 20.000 bulbos, a mano y sin fertilizantes. Y se requieren 150.000 flores para completar 1 kilo de azafrán, o 450.000 pistilos. Su precio actual es de 15 euros el gramo, por lo que es uno de los productos más caros del mundo. Pero es el complemento perfecto para dar sabor y cambiar la cara a muchos platos y recetas milenarias. El azafrán menorquín es de los mejores del mundo porque está hecho con paciencia y cariño. Su auténtico ‘oro rojo’.

 Más información en: www.menorca.es

Cabo de Creus, la joya natural de Roses

Parque Natural desde hace dos décadas, consta de 13.844 hectáreas –terrestres y marítimas– de gran biodiversidad… y un majestuoso monasterio: Sant Pere de Rodes

 

Senderos desde donde admirar su rica biodiversidad, abruptas y recortadas calas, un maravilloso monasterio benedictino casi colgado del cielo… Al amparo del cabo más oriental de la Península Ibérica y primer lugar por donde sale el sol, Creus es un paraíso para los amantes del senderismo. Este Parque Natural, a solo 6 kilómetros del centro de Roses, está dividido en tres parajes terrestres y una reserva marítima. Y su faro fue inmortalizado por Hollywood hace medio siglo.

 

 

         El primer paraje terrestre va desde el cabo Norfeu hasta cala Jóncols pasando por la emblemática cala Montjoi, antiguo hogar de El Bulli de Ferran Adrià. Más al norte se halla el paraje propio del cabo de Creus, abrupto promontorio a 672 metros de altitud con una gran terraza-mirador de espectaculares vistas panorámicas y un faro que protagonizó el filme ‘La luz del fin del mundo’, que llevó hasta allí en 1971 a Yul Brynner y Kirk Douglas. Esta parte incluye las islas de la Maça Major y s’Encalladora. Y en el interior, el tercer paraje, la Sierra de Rodes, con una joya del románico catalán: Sant Pere de Rodes. Un conjunto monumental del siglo IX al XI integrado por una iglesia, una torre-campanario y otra de defensa.

La reserva marítima oscila entre 0,2 y 1,3 millas mar adentro, destacando los espacios cercanos a los dos cabos –Creus y Norfeu–, los farallones –rocas altas y escarpadas que sobresalen del mar–, y la zona norte de la isla de s’Encalladora, de una gran riqueza subacuática visible practicando submarinismo. Un fascinante litoral que puede admirarse desde el mar con excursiones en catamarán, menorquina o velero que parten desde Roses o en una pequeña barca tradicional desde Port Lligat, diminuta cala que acoge casa-museo de Salvador Dalí.

 

Más información en: http://ca.visit.roses.cat/

Formentera, comer, beber… ¡soñar!

Gastronomía tradicional, productos autóctonos, vino de la tierra… y sabor, mucho sabor. ¿Cómo degustarla? Siguiendo las 16 pistas de su mapa ‘slow food’

 

Frit de polp, Sofrit pagès, Calamars a la bruta, Bullit de Peix… Formentera atrapa, seduce y cautiva también por el paladar. Porque su decidida apuesta por la sostenibilidad abarca asimismo la gastronomía, en la que los frutos del mar combinan a la perfección con los productos de una agricultura de secano en la que destacan sus olivos. De ellos se extrae su exquisito aceite virgen –arbequino, picual, cornicabra–, joya de la dieta mediterránea. Y todo ello, con el maridaje de los vinos de sus dos bodegas: Cap de Barbaria, al sudoeste, y Terramoll, en la Mola. La pequeña Pitiusa invita también a soñar con el buen comer. ¡Formentera, apetece!

 

Descubrir la más pura esencia de esta isla balear no es solo ir al encuentro de sus afamadas playas y calas, o admirarla a través de sus 32 rutas verdes. Formentera ha editado también (en papel, digital y adaptado para smartphones) un mapa Formentera slow food’ con 16 lugares repartidos por toda la isla –La Savina, Es Pujols, Sant Francesc, Sant Ferran, Barbaria, Es Caló, la Mola– en los que pueden adquirirse todos los productos de proximidad que permiten saborear su deliciosa gastronomía: verduras ecológicas, hortalizas, frutas, carnes –como el cordero de Formentera–, quesos, morcillas, sobrasada…

Muy especial resulta el Peix sec, producto artesanal tradicional con un sabor único que se elabora con pescado cartilaginoso (raya) secado al sol, salado y envasado con aceite de oliva ecológico. Tentadores son también sus vinos. Los de la bodega Cap de Barbaria –Cap de Barbaria y Ophiusa– son tintos de las variedades Cabernet Sauvignon, Merlot, Monastrell y Fogoneu. Los de la bodega ecológica Terramoll también apuestan por variedades autóctonas como Monastrell y Malvasía y ofrecen tintos (Es Monestir, Es Virot), blancos (Savina, Lliri Blanc, Es Vermut) y un rosado (Rosa de Mar). Y como guinda culinaria, deliciosos postres: el Flaó (pastel de queso fresco con hierbabuena), les Orelletes (dulce anisado) o la Greixonera (pudin de ensaimada).

 

Quien se anime a preparar uno de los platos típicos de Formentera puede hacerlo siguiendo las recetas que encontrará en: https://www.formentera.es/wp-content/uploads/2018/12/GASTRO_ES.pdf

 

              Más información en: www.formentera.es

Diez pistas para descubrir la más pura esencia de Tarragona

La herencia de su Tarraco romana, la dieta mediterránea y los castells vertebran el variado atractivo de una ciudad que marida a la perfección pasado y presente

 

En Tarragona, la historia sale de las piedras y cobra vida. Porque es mucho más que un inmenso museo al aire libre de la época romana, uno de sus tres Patrimonios de la Humanidad junto con los castells y la dieta mediterránea. Tarragona es también encanto medieval, es belleza modernista, es vocación marinera… Un crisol de fascinantes vivencias que podrían sintetizarse en una: apoyarse en la majestuosa barandilla de su ‘Balcón al Mediterráneo’, respirar profundamente… y empezar a soñar.

 

Pocas son las ciudades en las que pasado y presente se fusionan en una simbiosis tal que convierte el paso del tiempo en un espectáculo urbano en sí mismo Y menos las que pueden presumir de tres Patrimonios de la Humanidad por la Unesco. Fascinante y variopinta, Tarragona atrapa, cautiva, seduce. Estas son las 10 pistas indispensables para descubrirlo… e inhalar su más pura esencia.

1 – El Anfiteatro romano. La joya de Tarraco, símbolo de una cultura gestada en el siglo III a.C. cuando los romanos fundaron aquí su primera fortificación más allá de la Península Itálica. Lo arropa una fascinante ruta con otros monumentos como el Circo, el Teatro, las Murallas, el Acueducto, el Foro… y una gran maqueta que la unifica.

2 – La Part Alta. Así se conoce al casco antiguo. Un laberinto de callejuelas –algunas fascinantes, como la Baixada de la Misericordia, en curva– y plazas como la de la Font, sede del Ayuntamiento, o la plaza del Fòrum, con mercado al aire libre.

3 – La Catedral. Del siglo XII-XIV, está dedicada a Santa Tecla, patrona de la ciudad. Con un impresionante rosetón en su fachada, es el epicentro de una ruta medieval que transcurre ­–entre otras­­– por la calle Mayor o la porticada calle Mercería.

4 – Mercado Central. Referente modernista de otra ruta que incluye 31 edificios, la mayoría en la Rambla Nova, y el Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que acoge las dos primeras obras de Gaudí cuando era estudiante de arquitectura.

5 – La Capilla de Sant Pau. Integrada en el edificio del Seminario, es una de las joyas de la ruta de los Primeros Cristianos, que cuenta con otros lugares como el Museo y Necrópolis Paleocristianos, el Museo Diocesano o el conjunto de Centcelles.

6 ­– Los Castells. Un monumento en la Rambla Nova representa esta gran tradición. La ciudad cuenta con cuatro colles y acoge todos los años pares en su Tarraco Arena Plaza (octubre) el Concurso de Castells, el más importante del mundo casteller.

7 – El Serrallo. El barrio marinero, gestado a mediados del siglo XIX, arropa al muelle pesquero, con sus vetustas barcas, un conjunto de bellas casas de fachadas coloreadas, la Lonja, el Museo del Puerto y el Moll de Costa, espacio de paseo y ocio.

8 – Gastronomía excelsa. Más allá del romesco, su plato estrella, su dieta mediterránea, Patrimonio de la Humanidad, se nutre de los frutos del mar (marisco, gamba roja, pescado azul), de la huerta (calçots)… y los vinos de la D.O. Tarragona.

9 – 15 kilómetros de playas. Tarragona es una capital mediterránea que mira y toca al mar como lo prueban sus 7 playas y 3 calas. Entre ellas, dos notables arenales sin salir del entorno urbano: Playa del Miracle, frente al Anfiteatro romano, y l’Arrabassada.

 

   10 – Rambla Nova. La más majestuosa pasarela desde el epicentro urbano de Tarragona –plaza Imperial Tarraco– hasta el mar. 700 metros plagados de árboles, terrazas, tiendas, casas modernistas y señoriales, y un gran paseo central. Y al final, otra joya modernista, el Balcón al Mediterráneo, al que a diario acuden tarraconenses y foráneos para cumplir la tradición de tocar ferro (tocar hierro) apelando a la buena suerte mientras admiran el Mare Nostrum desde tan majestuoso palco urbano.

    Más información: www.tarragonaturisme.cat

Castelló, un mágico triángulo natural que enamora

Montaña, mar y huerta se fusionan en esta capital levantina que cautiva, convertida en un oasis de bienestar y relajación a orillas del Mediterráneo

 

Gestada en lo alto de un cerro, bajó al llano para, desde allí, acariciar el mar. Un casco antiguo cargado de historia, tranquilo y muy manejable, conecta con un distrito marítimo –el Grau– donde los frutos del mar llegan a su lonja y maridan su rica gastronomía con los variados productos de su huerta. Aroma de naranjos que se funde con la suave brisa del Mare Nostrum y una privilegiada climatología, con más de 300 días de sol al año. Y 4 kilómetros de costa divididos en tres playas donde pasear relajadamente… y hacer que el tiempo se detenga.  

 

 

Aunque se asiente en el llano –en esa Plana que de da ‘apellido’– la historia de Castelló arranca en lo alto de una colina: el cerro de la Magdalena, presidido por un castillo de origen árabe, el Castell Vell, y una posterior ermita. El castillo fue conquistado por el rey Jaime I en 1233 pero las duras condiciones de vida de aquella zona hicieron que, una vez en poder de los cristianos, el monarca accediera a su traslado. Y allí, en la fértil alquería de Benirabé, la ciudad fue creciendo y consolidándose a orillas del Mediterráneo.

 

Sumergirse en su casco antiguo es disfrutar de su esplendor medieval que tiene su corazón en la Plaza Mayor, donde conviven armoniosamente el ayuntamiento –en un palacio neoclásico–, la gótica Concatedral de Santa María, el Mercado Municipal y el gran símbolo de la ciudad: el Fadrí, una torre-campanario octogonal, aislada del templo religioso, cuyas 11 campanas anunciaban los más importantes acontecimientos.

Pero Castelló es también un gran museo al aire libre, con algo más de un centenar de esculturas repartidas por calles y plazas y una decena de llamativas pinturas murales decorando edificios. Y para oxigenarse, nada mejor que un relajado paseo por cualquiera de su docena parques y jardines, entre los que destaca el de Ribalta, en el centro de la ciudad, junto a los modernistas edificios de la Farola. Y a las afueras, dos maravillosos parajes naturales: el Desierto de Las Palmas, que alberga varios castillos; y la Magdalena, con su sagrado ermitorio.

Dos grandes avenidas constituyen la majestuosa pasarela que conduce hasta su distrito marítimo, el Grau, donde cohabitan el puerto comercial, el pesquero y la lonja, que nutre a la cocina castellonense de sus frutos del mar: pulpos, sepias, galeras…. Y frente al Grau, otra maravilla natural: las islas Columbretes; cuatro grupos de islotes volcánicos con un valioso fondo submarino.

 

Sus 4 kilómetros de costa están repartidas en tres playas –el Pilar, Gurugú y Serradal– todas con bandera azul. El lugar perfecto para descalzarse y pasear relajadamente por su fina y dorada arena, disfrutando de un sentimiento de libertad y bienestar donde cuerpo y mente se funden en mágica armonía.

       Más información en la web: https://www.castellonturismo.com