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Castelló, a través de sus huellas modernistas

 

El patrimonio cultural de la capital de la Plana tiene una de sus señas de identidad en este estilo arquitectónico-ornamental que se apoya también en la cerámica

 

Los cuatro edificios ubicados en la plaza de La Farola –epicentro histórico-urbano de la ciudad–, el edificio de Correos, el kiosco frente al Teatro Principal, la Casa Dávalos, la Casa de los Caracoles… Castelló es también un museo al aire libre del Modernismo, movimiento artístico de finales del siglo XIX y principios del XX que cautiva por la belleza de sus formas curvas y asimetrías, y el uso de la cerámica, la forja y las vidrieras de colores para ensalzar fachadas e interiores. Arquitectos influenciados por Antonio Gaudí –uno de los genios universales de este estilo– dieron forma a los deseos de adineradas familias burguesas de la época, dejando una imborrable huella urbanística que supone uno de los grandes atractivos culturales de pasear por Castelló.

 

     ¿Nos vemos en La Farola? Quien visite Castelló debe saber que ese es uno de los principales puntos de encuentro y nombre popular de la Plaza de la Independencia por la farola que preside su glorieta central. Una plaza que se configuró en 1891 y hace referencia a la Guerra de la Independencia. Aquí estaba la antigua puerta de acceso a la ciudad… y ahora conecta con la principal vía de entrada al centro histórico.

 

 

La Farola –en hierro forjado y rematada con cuatro brazos decorados con dragones que sostienen faroles– ocupa el centro de esta plaza. Fue precisamente en este lugar donde el cardenal de Tarragona, Francesc Vidal y Barraquer, coronó en 1924 a la Virgen del Lledó como patrona de Castelló. Una plaza que enlaza al norte con el Parque Ribalta –auténtico pulmón verde de la ciudad– y que está declarada Conjunto Histórico-Artístico por sus cuatro edificios modernistas unidos unos a otros. El auténtico Km 0 del Modernismo castellonense que se caracteriza también por el uso de la cerámica, industria muy arraigada en la ciudad.

 

El primero es la Casa Chillida (1014-15), que destaca por su volumen prismático, los esbeltos arcos de mediopunto y la balaustrada entre jarrones de piedra. La Casa Alcón (1913) mezcla estilos en un curioso eclesticismo donde pueden verse pináculos pseudogoticistas mezclados con triglifos modernistas. La Casa de las Cigüeñas (1912), obra del arquitecto local Godofredo Ros de Ursinos, es la más emblemática, con sus bellos colores en su cerámica policromada, los balcones de hierro forjado y pilastras que descansan sobre pedestales ornados con cigüeñas y rematados con dobles columnas atornasoladas. Y la Casa Calduch (1903) destaca por un gran mirador de madera enmarcado en una fachada con almohadillados y diferentes tipos de balcones, con un grandioso trabajo en forja.

 

 

El otro gran referente arquitectónico modernista es el edificio de Correos y Telégrafos (1932), realizado en ladrillo que se mezcla en formas y combina con los colores de la cerámica, principalmente azules y amarillos. Con bloques neo-mudéjares que recuerdan la tradición musulmana, en su conjunto destaca la fachada, flanqueada por dos torretas. Y su interior es un espacio funcional con una zona central –con luz natural– y un friso superior con motivos costumbristas.

 

 

Justo frente al Teatro Principal no deja indiferente a nadie el kiosco modernista de la Plaza de la Paz, en madera forja y vidrieras. En la calle Mayor (nº 78), la Casa de los Caracoles, actual sede de la Presidencia de la Generalitat Valenciana en Castelló, llama la atención por dos ejemplares de este molusco en la entrada de carruajes. En la calle Gasset (nº 5), otro impresionante edificio, la Casa Dávalos. En la calle Colón (esquina con Alloza) sobresale la fachada de Muebles Navarro, edificio que a lo largo de los años ha albergado diversos comercios. En la calle Enmedio (nº 148), la Academia la Purísima, edificio residencial plurifamiliar. Y en la Ronda Magdalena, la iglesia de la Sagrada Familia también destila decoración modernista en su fachada.

 

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Pistas para celebrar el Año Jubilar de Guadalupe en la Provincia de Cáceres

 

Su monasterio, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, será centro de peregrinación por tierras cacereñas hasta el 10 de septiembre de 2022, tras haber sido ampliado un año el Jubileo Guadalupense por la Santa Sede

 

Guadalupe es mucho más que uno de los ‘Pueblos más bonitos de España’ (Asociación a la que se integró en 2018); es también la localidad que da cobijo al Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, patrona de Extremadura desde hace un siglo. Y si visitarlo cualquier año es ya un placer sensorial y espiritual, hacerlo en 2021-22 se convierte en una experiencia inolvidable por coincidir con su Año Jubilar, hecho que acontece solo cuando la festividad de la Virgen coincide en domingo; como el 6 de septiembre de 2020, inicio del Año Santo. Doce caminos conducen hasta Guadalupe y recorrer cualquiera de ellos no solo permite alcanzar el Jubileo sino disfrutar de un entorno natural único entre castaños milenarios y bosques encantados… hasta llegar al corazón extremeño.

 

Todo empezó cinco siglos atrás, cuando el Papa Paulo III estableció el primer Año Jubilar de Guadalupe, en 1536. Era una forma de rendir homenaje a Nuestra Señora de Guadalupe, cuya imagen se cobija en el Real Monasterio que toma su nombre. Una virgen negra sedente realizada en madera de cedro, de estilo románico, que mide 59 centímetros y pesa 3.975 gramos. Desde entonces, solo se celebró de manera excepcional hasta 2005, cuando otro Papa, Juan Pablo II, concedió la gracia del Año Jubilar Guadalupense siempre que la fiesta litúrgica coincidiera en domingo, hecho que sucede con una cadencia de 6, 5, 6 y 11 años. Como en 2020, en que dio comienzo el Jubileo que se prolongará hasta el 10 de septiembre de este 2022. El próximo será en 2026 por lo que estos próximos 19 meses son una oportunidad única para peregrinar hasta el corazón de Extremadura.

 

 

     Doce son los caminos por tierras cacereñas que conducen hasta Guadalupe: Camino Real, Camino de los Montes de Toledo, Camino de la Jara, Camino de Cabañeros, Camino de Levante, Camino de los Mineros, Camino Mozárabe, Camino Romano, Camino Visigodo, Camino de los Descubridores, Camino de Monfragüe y Camino de los Jerónimos. Convertirse en uno de los 170.000 peregrinos que anualmente suelen visitar el monasterio es disfrutar con los cinco sentidos de un territorio privilegiado, de enorme riqueza paisajística, que atraviesa bosques, humedales, sierras y valles, con un alto grado de biodiversidad y buen estado de conservación. Y, sobre todo, uno de los grandes tesoros naturales de la zona: El Geoparque Mundial de la Unesco Villuercas-Ibores-Jara, un increíble macizo montañoso con siete zonas ZEPA (especial protección de aves), además de relieve apalachense, desfiladeros, refugios con pinturas rupestres, castillos árabes, minas… y espectaculares miradores panorámicos.

 

Y al llegar a Guadalupe, el goce de pasear por las empedradas calles de uno de los ‘Pueblos más bonitos de España’ –reconocida Asociación a la pertenece desde 2018– hasta llegar al Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe. Una vez allí, tras atravesar la Puerta Santa de la basílica, llega el ritual de acariciar las piedras de su entrada, en la nave de Santa Ana, que según la tradición cubrió a la imagen de la Virgen tras haber sido sepultada para protegerla. Y, cómo no, disfrutar visitando la iglesia, los claustros mudéjar y gótico, la sacristía, el camarín y los museos de este monasterio declarado Monumento Nacional en 1879 y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1993.

 

Una leyenda que se remonta al siglo I

 

Cuenta la leyenda que la imagen fue realizada en un taller de escultura fundado en Palestina en el siglo I d.C. Tras ser venerada en templos de Acaya y Bizancio, el Papa San Gregorio Magno la regaló al arzobispo de la Sevilla visigoda quien la colocó en una ermita a las afueras de la ciudad. Pero durante la invasión musulmana del año 711, los cristianos, para protegerla, la depositaron en una caja que escondieron junto al río Guadalupe (afluente del Guadiana que discurre por Cáceres), en la serranía de Villuercas.

 

En el siglo XIII la Virgen se le apareció a un vaquero cacereño, Gil Cordero, y le dijo que existía una escultura de ella junto al río Guadalupe. Cordero la buscó, encontró la caja con la sagrada imagen, e hizo una pequeña cabaña agolpando piedras en la que depositó la imagen, siendo el origen de la primera ermita que albergó a la Virgen de Guadalupe. El santuario empezó a recibir peregrinos del entorno más cercano hasta que –en 1337– el rey Alfonso XI de Castilla y de León impulsó la construcción del que –en 1389– pasaría a convertirse en el Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, regentado en sus orígenes por los jerónimos y, desde 1908, por monjes de la congregación franciscana.

 

 

La grandeza de este centro de devoción mariana está vinculada también a los grandes personajes de la historia que lo han visitado, como Isabel la Católica, Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Carlos V, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Lope de Vega o Miguel de Unamuno, entre otros. Historia, tradición y espiritualidad fusionadas en un Monasterio que este 2021 continúa celebrando su Año Jubilar. Y una buena excelente oportunidad de disfrutarlo es aprovechando los Bonos Turísticos de la Provincia de Cáceres, que pueden adquirirse hasta el 31 de mayo y canjearse para ser disfrutados hasta el 31 de diciembre de este mismo año.

Más información: www.descubrircaceres.com y en el vídeo: https://n9.cl/2rzoz

 

 

El corazón ‘oculto’ de Roses

Un paseo por el Núcleo Histórico de la localidad rosense, agazapado justo por detrás de la fachada litoral

 

Más allá de su majestuosa bahía, sus playas y sus dos grandes iconos patrimoniales –la Ciudadela y el Castillo de la Trinitat– Roses cobija en sus adentros la más pura esencia de una villa medieval que fue creciendo en el siglo XVIII alrededor de la iglesia parroquial de Santa María, en la plaza de la Iglesia. Un laberinto de estrechas calles plagadas de tiendas, bares y restaurantes en las que perderse sin prisas y olvidarse del tiempo. Una plaza de la Pau, dedicada a la memoria histórica de la Guerra Civil, que incluye un refugio antiaéreo. Y como guinda, en primera línea de mar, casas modernistas y neoclásicas que son el fiel reflejo de la prosperidad rosense en los siglos XIX y XX, entre ellas la espléndida Casa Mallol, sede del Ayuntamiento

 

     La plaza de Catalunya, con vistas al mar, que diverge de la Avenida de Rhode y el Paseo Marítimo –que bordea la majestuosa bahía de Roses, integrada en el Club de Bahías Más Bellas del Mundo–, es la puerta de entrada a la otra Roses, la menos conocida por el viajero que va en busca del sol y el mar. Pero sumergirse en ella, en su Núcleo Histórico, es ir al encuentro de las raíces de una villa que fue creciendo en el arrabal de la Ciudadela.

 

 

La mejor bienvenida son los edificios neoclásicos y modernistas que dan solemnidad a esta plaza, evocando el recuerdo de una época –siglos XIX y XX– en la que el comercio era próspero y las familias adoptaban el estilo constructivo vinculado a los indianos. Dan fe de ello las casas Ramon Rahola, Mates, Canals, Marqués de Linàs y, sobre todo, la modernista Casa Mallol, que data de 1906. Remodelada en 1985, alberga en la actualidad el ayuntamiento. A partir de allí, el visitante empezará a sentir los latidos del corazón de Roses, que conducen hasta la plaza de la Iglesia.

 

 

     La iglesia parroquial de Santa María (construida entre 1792 y 1853) tomó el relevo del monasterio románico de Santa María, cuyos restos –en bastante buen estado­– se cobijan en la Ciudadela. Destaca en ella su fachada monumental ochocentista, formada por grandes sillares e inspirada en la Puerta del Mar de la citada Ciudadela. Y también, a ambos lados, dos modernos campanarios acabados en hierro que suplieron al antiguo, en la parte posterior de la iglesia, de forma triangular. Durante la Guerra Civil, en la que se destruyeron los altares y las imágenes, el edificio se destinó al mercado y a un taller de carpintería. La iglesia fue reformada, estrenando en 1995 su fisonomía actual, con un nuevo altar.

 

 

Lugar emblemático del Núcleo Histórico es también la plaza de la Pau, dedicado a la memoria histórica de la Guerra Civil Española. En 2006 se inauguró allí la remodelación integral del espacio con un grupo escultórico de la artista Ció Abellí, que reflexiona sobre la irracionalidad de la guerra y el valor de la vida. En esta misma plaza tiene una de sus tres entradas un refugio antiaéreo construido entre 1937-38. Son 100 metros de longitud, un metro de anchura y 1,90 metros de altura, y fue clave para que muchas familias salvaran sus vidas durante los bombardeos de la aviación italiana y los ataques de la marina franquista.

 

 

Otra de las zonas destacadas es la Riera Ginjolers, que llega hasta el mar. Antiguamente, llena de agua, dividía en dos a la localidad, debiendo utilizarse diversos puentes para conectar las calles. Pero con su remodelación pasó a convertirse en una rambla peatonal con la que Roses no solo volvió a unir sus dos partes sino que logró un espacio de paseo y ocio que acoge fiestas tradicionales –como la de Reyes– y diferentes actos de las principales fiestas de esta bella localidad, referente de la Costa Brava catalana. 

 

                                      

     Más información en: http://es.visit.roses.cat/

La gran historia que cobija ‘El Fadrí’ de Castelló

Esta torre-campanario, singular por su especial ubicación, tiene un gran valor histórico y emocional y es el gran icono patrimonial de la capital de la Plana

 

Su altiva figura y su magnetismo –arquitectónico y visual– acaparan la atención en la plaza Mayor de Castelló, donde cohabita con el ayuntamiento, el mercado municipal y la Concatedral de Santa María, de la que está separado; de ahí su nombre: Fadrí (soltero). Una torre-campanario octogonal, de estilo gótico valenciano, finalizada en el siglo XVII. Tiene 58 metros de altura y está dividida interiormente en cuatro estancias: Cámara del reloj, Prisión de clérigos, Vivienda del campanero y Sala de campanas. Hay un total de once: ocho de volteo, en esa sala, y tres fijas, en el chapitel. Subir hasta ellas por una escalera de caracol de 188 peldaños es como retroceder 4 siglos… y sumergirse en la historia de Castelló.

 

 

     La historia del principal icono patrimonial de Castello, El Fadrí, arranca en 1437, casi dos siglos antes su finalización (1604). Pero ¿por qué erigirla separada de la Concatedral de Santa María, como sería lo habitual? Porque el ‘maestro de las horas’ advirtió que el repicar de las campanas de este templo estaba dañando su estructura. Así que en 1457 empezaron las obras de una nueva torre-campanario independiente. Pero el encargado de la misma –el maestro cantero Saera– tuvo que dejar Castelló doce años después, tras haber levantado solo los ocho primeros metros… y la edificación quedó paralizada durante más de un siglo.

 

Fue en 1591 cuando se reanudaron las obras –a cargo del portugués Damián Méndez– y concretaron sus características técnicas: de piedra picada y sobriedad decorativa, rasgos del estilo desornamentado que desde finales del siglo XVI caracterizaba a la arquitectura española. Aquel singular proyectó finalizó trece años despues, en 1604, alzándose 58 metros en su cuerpo central, con una circunferencia de 29 metros en su cima. Y desde entonces ha sido el encargado de avisar a los habitantes y labradores del campo de la presencia de algun peligro, de dar las horas para levantarse, entrar y salir del trabajo… y de anunciar las fiestas.

 

Su nombre actual se lo dio el poeta local Bernat Artola en uno de sus versos: “El campanar de la Vila és fadrí de veritat. Te la consciencia tranquila y el cervell destarifat; perquè diu que la experiencia de la vila li ha mostrat, que la millor conveniència es viure sense veinat” (El campanario de la villa es soltero de verdad. Tiene la conciencia tranquila y el cerebro destarifado; porque dice que la experiencia de la Villa le ha demostrado, que la mejor conveniencia es vivir sin vecindario). Todo un símbolo de la fuerza, honradez, durabilidad y nobleza de Castelló.

 

El interior de El Fadrí

 

El acceso a la torre-campanario –catalogada como Bien de Interés Cultural– se realiza a través de una pequeña puerta adintelada, con un frontón triangular, una hornacina con volutas y los escudos del Reino de Valencia y las Torres de Castelló. Y a ambos lados, dos contrapesos que antes servían para tocar desde allí las campanas.

 

A continuación, una escalera de caracol con 188 escalones conduce hasta la cúspide pasando por sus cuatro estancias. La Cámara del reloj (escalón 78) acoge la maquinaria de un reloj mecánico (1850), sustituido hace medio siglo por un ordenador y tres mazos. También pueden verse pinturas que representan a un soldado del siglo XVII. La Prisión de los clérigos (escalón 95) cuenta con una ventana enrejada y una letrina con un canalón que conecta con el exterior, además de una pintura de la Sagrada Familia. La Vivienda del campanero (escalón 122), que llegó a acoger hasta una decena de personas, reproduce también una de las cenefas descubiertas en la última restauración. Y la Sala de campanas (escalón 145), alberga ocho de volteo que llevan estos nombres: Dolores, Joaquina, Cristina, Victoria, Jaime, Ángel, Vicent (que despierta a las 6 de la mañana del día de la Romería de la Magdalena) y María (que anuncia la vesprà de la Magdalena).

Desde la cuarta estancia se accede a la Terraza (escalón 188), en la que lucen ocho gárgolas: dos perros (símbolo de la fidelidad y de Sant Roc, antiguo patrón de Castelló), dos leones (emblema del evangelista San Marcos, que representan la fuerza y la majestad), dos águilas reales (que también expresan poder) y dos arpías (seres mitológidos que significan culpa y castigo). Esta terraza acoge un chapitel de planta triangular con pilastras de orden toscano cubiertas con tejas azules, y rematado con una veleta. Su interior alberga tres campanas más: Tófol (en honor a San Cristóbal, patrón de la ciudad) es la más antigua, data de 1604, pesa 2.156 kilos y, desde entonces, es la que da las horas; y Ana y María del Lledó dan los cuartos.

 

El Fadrí cobra también protagonismo en las fiestas de la Magdalena con la Enfarolà, en la que –tras procederse a descolgar desde su cima el cartel anunciador de cada edición– es el epicentro de un espectacular castillo de fuegos artificiales.

 

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El Xacobeo 2021 también se vive y se siente por la Provincia de Cáceres

 

Siguiendo tres rutas –Vía de la Plata, Vía de la Estrella o el Camino de Galisteo a Riomalo de Abajo– los peregrinos que opten por el sudoeste español podrán llegar a Santiago atravesando el mágico entorno natural cacereño

 

Que un evento se celebre tan solo unas 14 veces cada siglo habla de su magnitud y singularidad. Y formar parte del mismo es un privilegio solo al alcance de unos pocos destinos. Como la Provincia de Cáceres, que será protagonista del Xacobeo 2021, una gran cita internacional que aúna historia, naturaleza, patrimonio… y espiritualidad. En especial a través de la Vía de la Plata –histórica senda romana que conectaba el sur con el norte de España– las tierras cacereñas acogerán a los miles de peregrinos que las atraviesen rumbo a Santiago de Compostela para alcanzar el jubileo. Y caminando por ellas, podrán respirar aire puro, degustar sus productos de proximidad, admirar sus joyas monumentales y contemplar las estrellas en uno de mejores cielos nocturnos de nuestro país.

 

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La Vía de la Plata, que atraviesa de sur a norte la Provincia de Cáceres, cobra este año especial protagonismo con motivo del Xacobeo o Año Jubilar, que se celebra cuando el Día del Apóstol Santiago (25 de julio) cae en domingo, como en este 2021. Una excelente oportunidad para hacer senderismo y alcanzar el jubileo en Santiago de Compostela.

 

Aunque, además de una estimulante práctica de turismo activo, el Xacobeo supone también un buen motivo para el reencuentro con uno mismo y la reflexión en contacto directo con la naturaleza. Un momento para ‘volver a lo que amas’ recorriendo la Provincia de Cáceres en cuanto la situación lo permita y siguiendo todos los protocolos sanitarios. Calzado apropiado para largas –aunque sosegadas– caminatas, sombrero, bastón, agua, viandas… y empezar a andar descubriendo todo lo mucho que ofrecen las tierras cacereñas: inmensas dehesas, bosques, embalses, ríos, puentes, pueblos cargados de historia y riqueza patrimonial; y, como no, una gastronomía de proximidad, sabrosa y auténtica. Y al término de cada jornada, tras recordar los momentos y experiencias vividas, alzar la mirada para contemplar el mágico espectáculo de las estrellas en uno de los mejores cielos nocturnos de España, reconocido como Destino Starligth en algunas zonas de la provincia.

 

Quienes opten por ir hacia Santiago por la Vía de la Plata podrán admirar lugares únicos, desde la comarca de Montánchez-Tamuja a las monumentales Cáceres o Plasencia; desde Trasierra-Tierras de Granadilla –con la legendaria Cáparra romana– al Valle de Ambroz, que cobija las medicinales aguas de Baños de Montemayor…

 

 

Otras dos rutas alternativas

 

También se puede ir hacia Santiago de Compostela por la Vía de la Estrella, que toma su nombre por partir del Arco de la Estrella, puerta oeste al recinto amurallado de Cáceres, y por coincidir en orientación con la Vía Láctea, que marca el rumbo de esta ruta. A partir de la Vía de la Plata, entronca con una antigua calzada romana que enlazaba Mérida, Cáceres y Braga por lo que también transcurre por tierras portuguesas. Y una vez allí, seguir por el Camino Portugués que conduce hasta Santiago de Compostela.

 

Una tercera opción cacereña es el Camino de Galisteo a Riomalo de Abajo, que transcurre por una estrecha senda paralela a la Vía de la Plata que parte de la localidad de Galisteo –con un valioso conjunto histórico mozárabe– junto al río Jerte. Esta ruta permite admirar lugares como el embalse de Valdeobispo o localidades como Santa Cruz de Paniagua o El Bronco antes de sumergirnos en la magia de Las Hurdes para finalizar en el fascinante Meandro del Melero, uno de los más singulares y cautivadores espacios naturales de la Provincia de Cáceres. Y desde allí, enlazar con el Camino Portugués en pos del jubileo.

 

 

         Más información: www.descubrircaceres.com

Alhambra Palace, un hotel comprometido con las Artes Escénicas

 

Inaugurado hace 111 años, a lo largo de su centenaria historia este 5 estrellas granadino ha acogido los más variados eventos culturales y artísticos

 

¿Cine? ¿Teatro? ¿Sala de conciertos? Pues… sí, todo ello ha tenido cabida en este palacio de la hotelería que es mucho más que un simple hotel. De ello se da uno cuenta nada más cruzar el umbral de su puerta, sumergiéndose en una especie de cuento de las mil y una noches. O visitando su Salón Teatro, hoy día uno de sus espacios MICE más emblemáticos. A principios del siglo XX fue una de las dos únicas salas cinematográficas granadinas (junto al cine Lux Edén); y también el ‘teatrillo’ en el que Lorca recitó por vez primera su Cante Jondo, Andrés Segovia dio sus primeros recitales de guitarra, Margarita Xirgú fue homenajeada tras estrenar la obra ‘Mariana Pineda’, de la que recitó algunos fragmentos… Y en plena posguerra, cuando su comedor y parte del zaguán fueron el improvisado escenario en el que la mismísima Orquesta Filarmónica de Berlín ofreció un concierto. ¡Arriba el telón!

 

 

    

     Qué es la vida? Un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”, escribió Calderón de la Barca en el siglo XVII. Sin embargo, a veces los sueños sí se hacen realidad. Como el del emprendedor Julio Quesada-Cañaveral y Piédrola, Duque de San Pedro de Galatino, quien, viendo el potencial que iba a tener el Turismo, mandó construir en los albores del siglo XX un hotel palaciego que fuera el complemento perfecto a la Alhambra granadina. Y más aún, que se convirtiera en el epicentro de la vida social y artística de la capital nazarí, como así fue. Porque ‘todo es posible en Granada’, como rezaba el título del fime de Rafael Romero Marchent…

 

El Alhambra Palace dejó de ser un sueño para convertirse en una realidad aquel 1 de enero de 1910 en el que abrió oficialmente sus puertas de la mano del rey Alfonso XIII. Y desde entonces, sus habitaciones –108 en la actualidad– y salones se han visto complementados por una intensa actividad artística. Federico García Lorca, Manuel de Falla, Andrés Segovia, Margarita Xirgú… ilustres nombres que daban esplendor a ese sueño del Duque de San Pedro de Galatino, empeñado en que su hotel se asemejara a los fondaks musulmanes, que aunaban alojamiento con espectáculo. ¡Y lo logró!

 

También el flamenco, santo y seña de las raíces artísticas más genuinamente granadinas, convirtió al ‘teatrillo’ del Alhambra Palace en un segundo Sacromonte, por cuyo tablao de tronío pasaron La Gazpacha, María la Canastera, La Golondrina… y hasta una jovencísima Lola Flores.

 

Asimismo, el Festival Internacional de Música y Danza de Granada unió su historia a la del Alhambra Palace, y no solo alojando a la mayoría de grandes intérpretes del mundo entero. Primero fue la terraza panorámica del hotel, con Granada a sus pies, la que acogío prolongaciones de las veladas musicales. Y posteriormente el propio ‘teatrillo’, escogido como una de las sedes principales del Festival, dando acomodo entre los años 1995 y 2004 al ciclo musical vespertino ‘Café-concierto’. Y, más contemporáneamente, otros ciclos que han aunado el amor a la música, con el jazz, el flamenco y la clásica como grandes protagonistas. Músicas del mundo entero en un hotel internacional que es mucho más que un establecimiento donde pernoctar: un verdadero templo para las artes escénicas.

 

   Más información del hotel en su web: www.h-alhambrapalace.es